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miércoles, 11 de julio de 2012

Muerte Dulce.

La noche heló todos y cada uno de mis músculos que buscaban desesperadamente un abrigo en el que acurrucarse y evitar el frío. No se daba cuenta de que todo mi cuerpo temblaba de frío, simplemente me miraba desde su coche  y me invitaba cansinamente que le acompañara dentro de este y hacerle compañía en aquella noche fría. Mi mente estaba dividida, por una parte el frío me suplicaba que aceptara aquella siniestra invitación, pero el sentido común me decía que huyera. Aquella partida la ganó el sentido común.
Corrí calle arriba en busca de algún establecimiento decente que estuviera abierto a esas horas. No encontré nada... Y el miedo luchaba contra mi fuerza natural. Llegué por fin a casa y temí entrar, pero el miedo a quedarme allí fuera, al raso de la noche, me hizo recapacitar y entré. Total, ¿Qué podía perder a aquellas alturas?
La casa estaba vacía, no quedaba nada de lo que ella recordaba... Solo aguantaba la antigua cerradura que le daba la oportunidad de pasar allí las noches siguientes. Acababa de escapar del orfanato y necesitaba algún lugar en el que quedarse. Sus padres se habían ido... Habían desaparecido y nadie tenía ni la más mínima idea de quién era ella. No existían registros de su nacimiento ni de su educación. Esto último era lógico, su madre le daba clase en casa, lo primero no tenía sentido... Aunque no conservaba recuerdos de la infancia más profunda y el miedo atenazó su corazón al sospechar que algo no iba bien. Pasó la noche en su casa, seguía siendo su casa. Nadie la quería para venderla, daba demasiado miedo por la noche. Alsea se tumbó en el suelo poniendo como almohada su mochila en la que llevaba todo lo que había podido rescatar del orfanato. Le había costado mucho escapar y ahora no pensaba volver, nunca más. Aquel sitio le daba miedo, mucho más miedo que su casa de noche. Aún recordaba lo cruel que habían sido los demás niños huérfanos a su llegada. Alsea era una muchacha regordeta, de pelo rojo fuego y los ojos de un intenso color verde, así que era el blanco de la mofa de sus compañeros día sí, día también. Dio un par de vueltas en su cama del suelo y, finalmente, se levantó para ir a darse una ducha, con un poco de suerte no habría cortado el agua, aún. Por una vez, en una larga temporada, tuvo suerte y se duchó. Parece que a los de la empresa de aguas se les había olvidado cortar aquellas cañerías. Pero ella lo agradeció llevaba desde su escapada sin ducharse y empezaba a sentir el tacto sucio. Cuando salió de la ducha se secó el pelo y volvió a acostarse, esa vez se quedó dormida... Para siempre, el gas estaba abierto y se asfixió. Por suerte no sufrió. Sus padres regresaron a casa un año después y la encontraron ahí, comida por los animales... Fue la peor experiencia de esos padres que enterraron a su hija pero la llevaron siempre en el corazón. Se arrepintieron de haberla dejado sola, debían huir para que nadie descubriera que Loret, la madre, no era en realidad la madre de Alsea, si no que era su tía. Pero su hermana, Harriet había muerto en el parto realizado en casa por ella y su esposo, a partir de ahí Alsea fue hija de ellos y Harriet fue enterrada en el sótano.

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