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jueves, 5 de julio de 2012

Pequeña Cenicienta

Agua, por la ventana observo la lluvia caer en la acera de la calle formando unos charquitos que los niños pisan. Yo estoy sentada en mi sofá, estaba leyendo, hasta que se desató aquella majestuosa tormenta y dejé mi libro para concentrarme en las gotitas... Brillaban con la luz del sol que entraba a través de las nubes, dando a conocer toda la luz que se escondía en su interior y formando pequeños arco iris en la tarde sombría. Acabé en la calle, no sé como mis pasos me llevaron hasta allí, me senté en un banco y dejé que la lluvia mojara mi cuerpo para evitar que la gente supiera que estaba llorando. Me sentía tan sola... Todos eran felices en sus casas con sus parejas o con sus familias. Pero yo no tenía nada de eso... Y me sentía desdichada, sola y tan horrible que nadie me quería. Me hice una coleta para apartar mis mechones rubios de la cara y que no me taparan aquella preciosa vista: Un parque lleno de flores que, poco a poco, se estaba encharcando por la lluvia.
De repente vi una sombra acercándose a mi e, instintivamente dije:
- No llevo dinero encima, así que no le puedo ofrecer limosna, lo siento.- Pero el chico se sentó a mi lado y me tapó con su paraguas verde y me dijo:
- No busco limosna, te he visto ahí sentada, tiritando y empapada y me he dicho: Voy a ver si puedo ayudar a aquella preciosidad- Dijo y, cuando finalizo su frase me sonrió con una de las que, creo, es una de sus mejores sonrisas. Acto seguido le sonreí y creo que me ruboricé.
-¿Quieres que te acompañe a casa? Así dejas de mojarte, vas a coger una pulmonía...- Y me ofreció su abrigo, que yo acepté porque era cierto que estaba tiritando. Me acompañó a casa, cuando llegamos solo acerté a darle su abrigo y correr escaleras arriba para llegar a casa y meterme en la ducha calentita para impedir que la gripe fuera peor, cuando salí de la ducha me puse el pijama y e metí en la cama. Me pasé dos semanas en la cama con trena y ocho de fiebre y, el martes de la tercera semana, salí a comprar y me lo encontré. Allí estaba, en mis escaleras con una de mis zapatillas en la mano.
- Se te cayó cuando subías las escaleras, y me daba corte ir casa por casa preguntando de quién era esa zapatilla. Parecería que estaba chalado. - "O que eras un príncipe azul" Pensé yo mientras él me explicaba todo aquello. Cogí mi zapatilla y le dije que me acompañara a comprar y luego le invitaba a un café.
Aquel muchacho me hizo compañía durante 6 largos años, hasta que un cáncer se lo llevó de mi lado, pero ahora iré a su encuentro en el más allá. No soporto la vida si no es a su lado. ADIÓS.

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