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domingo, 3 de enero de 2016

Tinta de Sangre.

Miro fijamente el cielo estrellado, mirando aquella estrella que prometimos mirar cuando estuviésemos lejos el uno del otro. Para que esa estúpida distancia que nos separara pareciera insignificante al lado del hecho de que estábamos mirando la misma estrella, bajo el mismo cielo, observando aquella luz que nos llegaba desde tantos miles de años luz que no se podía comparar con nuestra distancia. Miro el cielo aferrando entre mis manos en colgante con tu nombre, aquel que te dejaste aquí prometiendo volver a por él en cuánto te fuese posible... Pero han pasado cinco años y no has regresado. Sólo he recibido de ti alguna carta y desde hace meses, ni eso. Algo que me tiene realmente preocupada.
En tu última señal de vida me decías que tu sargento te había informado de un posible polvorín enemigo que había que destruir, que tenías tus reservas con hacerlo, pero que tenías que acatar las órdenes... Y yo sabía que seguías allí a fuera, entre algunas paredes mirando a esta estrella, acordándote de aquella que te espera con el corazón envuelto en esperanza...

Se hace tarde y me acuesto en la cama, cierro los ojos y sueño por fin. Hacía meses que no soñaba. Entonces acude a mí tu imagen.
-Pequeña mía, no sé si podrás escucharme, no sé si servirá hablarte desde donde me encuentro. Pero quiero que seas feliz, ¿vale? Yo estoy bien, te lo prometo... Pero no puedo volver. Te quiero más que a nada y seguiré mirando aquella estrella.- Me dice aquella imagen de ti entre susurros.
Me despierto sobresaltada sobre mi almohada, con los ojos empapados y la angustia en la garganta. Me acerco a la ventana, buscando esa estrella, que antes era un punto brillante en alguna parte del cielo y ahora brilla más que ninguna. Que ahora tiene un tono verdoso en su brillo y me hincha de esperanza el corazón. Debo encontrarlo y eso es lo que haré.

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