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jueves, 14 de noviembre de 2019

Harta

Llevo unos días malos, otros más a la lista, en los que me encuentro mal. Porque me duele todo, porque estoy cansada y porque la echo de menos. La verdad es que es un todo. Es el no saber y a la vez creer saberlo todo, pero siempre desde el lado más negativo y oscuro de un futuro que aún no existe. Me duele todo y siento que solo le importa a él, como siempre, que es él quien me apoya y me cuida siempre. Pero a la vez sé que no es justo pensar eso, que hay mucha gente que me quiere y que me ayuda, pero la depresión y esa puñetera vocecilla no ayudan. Y me miro en los espejos y me siento horrible, y me culpo, y me destrozo al mismo tiempo. Y caigo, siempre acabo cayendo, y me hundo en la oscuridad de mi mente mientras esas vocecilla me grita que no valgo para nada. Una vocecilla que a menudo me resulta familiar, una vocecilla que he oído mil veces y no solo en mi cabeza. Y siento rabia de que él aún se esconda en los recovecos de mi mente y me siga haciendo daño, de una forma que ni siquiera él controla. Pero todo lo que me hizo dejó mella para siempre, no tiene cura y por eso tampoco tiene perdón. Mil veces he pensado en olvidarlo, en seguir adelante, y simplemente ignorar que eso pasó y que no me importe con tal de que me dejéis verla. Pero entonces me haces daño otra vez conscientemente, a menudo utilizándola para atravesarme el alma y dejarme más cicatrices que sangran. Pero ya no soy la misma niña, no. Esa niña creció y, aunque siente dolor y la echa de menos, también sabe que ella lo vale todo. Por mucho que la vocecilla le diga lo contrario. Por mucho que tú le digas lo contrario. Esa niña creció, se pintó la cara de violeta, y ahora es otra persona, ya no tiene miedo.
Y eso no implica que no puedas hacerme daño, es el problema del maltrato, que siempre está ahí. Claro que dueles y claro que me haces daño, pero ya no me enfrento igual a ese dolor. Ahora lo acepto, soy consciente de que no puedo controlarlo, y voy creciendo. Anclo mis raíces a la tierra y voy tejiendo mi futuro, despacio, sin pausa pero sin miedo. Pensando que en unos años no te quedará nada que hacer para que yo la vea, pensando en que aunque ella me odie por tu culpa, tendré la oportunidad de hablar con ella de igual a igual y sin que tú te metas. Pensando que todo el dolor que siento no vale de nada más que para seguir resistiendo y pensando en ella. No tengo que salvar a nadie, ese no es mi papel, mi papel es estar ahí cuando me necesite. Para eso soy su hermana. Y pelear porque le hagas el mínimo daño posible, que no acabe con las mismas cicatrices que rasgan mi alma.
Siempre que pienso en ti, lo hago porque me viene a la mente alguna de las mil cosas horribles que me has dicho o hecho, siempre que ocupas mi mente es porque me has herido, pero ella no. De ella me acuerdo cada día, pienso en ella cada día, me pregunto qué tal estará y tengo tentación de hablarla, pero me da miedo ser pesada (siempre ese miedo absurdo) y al final me quedo callada pensando en si estará bien. Pero sé que lo está, porque aunque tú sigas siendo el mismo, ella no es como yo, y además ella me tiene a mí y lo sabe. Espero.
Duele, la verdad, duele. Duele saber tanto y no poder decirlo en voz alta sin poner en riesgo muchas cosas, duele estar cansada constantemente, duele tener que hacer mil cosas solo para no pensar. Duele, pero duele el cuerpo y la mente.

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