viernes, 20 de julio de 2012

¿De Verdad es Malo ser Bueno?

Eliend salió del despacho de abogados pensando en la mendiga que ayer le había suplicado una limosna y él se había negado, en un primer momento. Para luego retroceder y darle aquella limosna, nunca se había sentido tan bien haciendo algo que nunca había pensado que haría. Le estaba remordiendo la cabeza un hecho del que debería sentirse orgulloso, pero solo se avergonzaba. Así le habían educado, con el pensamiento que hay que trabajar para vivir pero no debería costar tanto vivir, así que, en realidad, no debería parecerle mal lo que había hecho... Pero seguía pensando que no debería haberlo hecho y se marchó a casa en taxi para evitar volver a suministrarle limosna a una persona que, según decía sus padres, "No había luchado por nada en su vida" Cuando en realidad luchaban por el pan todos y cada uno de los días de su vida, luchaban por mantenerse vivos. Bajó del taxi y encontró a una muchacha sucia en sus escaleras. Cuando le vio entrar se enderezó y lo miró, entonces sacó la cartera que llevaba y miró dentro.
-¿Eres Eliend Harriord?- Eliend asintió con terror en los ojos.-Encontré tu cartera en la calle veintinueve y decidí traértela, no creo que te gustara que algún insensato te robase tu dinero.-Dijo la muchacha entregándole la cartera mientras el comprobaba que no había cogido nada, absolutamente nada, aunque se notaba que tenía hambre por como olisqueaba el ambiente que ya olía los estofados de los vecinos.
-No has cogido nada, ¿Por qué? se nota que necesitas este dinero mucho más que yo.- Eliend miró a la muchacha con lástima -¿Quieres venir a comer conmigo? Creo que tendré algo en la nevera que ofrecerte, o si no pedimos algo fuera.- La chica aceptó aunque se moría de vergüenza por dentro.
Subieron las escaleras en una charla incesante en la que se descubrió que Alexis llevaba tres meses sin casa ni trabajo y se había visto obligada a mendigar para conseguir un poco de alimento para sobrevivir. Eliend entristeció al descubrir que aquella mujer era abogada, como él, pero no le había ido bien en la vida. Enseguida se dio cuenta que esa mujer no merecía todo lo que la había ocurrido y la invitó a quedarse unos días para ver si podrían encontrarle un trabajo.
Al final ambos dejaron sus puestos de abogados para montar un albergue para la gente como Alexis e intentar ayudar a la gente que está sola y necesitada. Fueron muy felices juntos y tuvieron tres hijos a los que educaron de tal forma que siempre ayudaran a aquellos que lo necesitaran y que siguieran sus pasos. Pero les dejaron una jugosa herencia para asegurarse de que nunca tendrían que hacer lo que había hecho Alexis. Se casaron en su albergue, los casó un sacerdote rodeados de la gente que les quería.

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