lo oigo en mis oídos, en mi cabeza,
en mis ojos hinchados y doloridos.
Bumbum, bumbum, bumbum
lo siento golpeando mi caja hueca,
mi garganta, ahogándome en sonidos;
muerta y viva al mismo compás.
Seca y mojada en el sudor desde atrás.
Dura y blanda, como esa mordaz
cadena que sujeta las muñecas
y pretende aprisionar
todo lo que este latido alguna vez será.
Bumbum, bumbum, bumbum
me repito tratando de atar
mi cabeza una vez más
a esta puta mierda de realidad.
Bumbum, bumbum, bumbum
No puedo dejar de oírlo, de sentirlo,
de medirlo en mi cabeza una vez más.
Pretendiendo que es todo lo que importa,
todo lo que está bien y todo lo que
debo simplemente obedecer.
Esos ritmos animales de mi vida,
esa decadencia perdida de las antiguas
vidas que se escapan de mi lengua
maldita. De mi vida maldita.
Bumbum, bumbum, bumbum
sigue ahí. Latiendo para mí.
Para nadie más que para mí.
Para nadie más que para esta loca,
intensa y desquiciada.
Bumbum, bumbum, bumbum
como una cadencia musical acompasada
con los ritmos primitivos de las almas,
con las manchas de sangre que me marcan,
con el liquido caliente, pegajoso y húmedo cayendo
de lo que algún día fue miedo.
Esa fuente de vida limpiando esto
que nunca podré ponerle contexto.
Porque nombrarlo en voz alta rompe
con mi disfraz de compostura torpe.
Bumbum, bumbum, bumbum
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