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lunes, 3 de noviembre de 2025

Impostora

Mi cabeza grita continuamente que nunca seré suficiente.
Al mismo tiempo que me hace tener miedo de ser demasiado.
Me despierto una y otra vez empapada en llanto,
queriendo saber por qué me duele tanto.
Y no entiendo por qué no puedo llenar este vacío
que me consume por dentro con todas las maravillas que escribo.
No comprendo por qué no es suficiente para mi cerebro maldito,
por qué sigue diciendo que soy una farsante que no hace nada bueno.
¿A quién se supone que estoy mintiendo? ¿Qué se supone que estoy fingiendo?

Consigo lo que me propongo porque no paro ni un puñetero momento
hasta que puedo decir, con la tranquilidad de haberlo logrado, que está hecho.
Pero entonces aparece ese pensamiento y esa sensación en el pecho,
esa vocecilla que me dice que no es lo suficientemente bueno,
que nadie va a querer leerlo, verlo, tenerlo.
Que soy un desastre inútil que nunca logra hacer nada correcto.

Y es curioso tener este pensamiento, porque las personas que importan 
jamás me han dicho que no valgo para nada o que lo hago todo mal.
Solo eran las palabras de un fantasma que ya no está.
Solo era la tortura de alguien que lo único que quería es quedar
por encima del poder que una niña era capaz de emanar.
Qué triste iluso creer que iba a conseguirme opacar.

Nada ni nadie va a conseguir jamás borrar de mi alma
la pasión con la que grito mi dolor, mi alegría, mi amor y mi rabia.
Soy todo lo que he conseguido y todo lo que he crecido sin calma.
Tengo claro que no voy a dejar que nadie acalle esto;
el torbellino de letras que tengo en mi pensamiento.
El alma desgarrada que brota sin pausa para gritar
por la libertad y la paz que me ha sido arrebatada.

Aquí escribo que no me voy a quedar callada.
Soy la marejada violenta que te arrastra en la madrugada 
para sacar de ti y de todas esas ganas por lograr un mañana.
Estoy orgullosa de todo lo que he logrado aún cuando nadie esperaba nada.
Estoy orgullosa de romper con todas las creencias infundadas sobre lo que iba a poder.
Porque soy magia y sé que puedo ser más de lo que creen.

No me importa quién quiera hacerme temer,
porque voy a seguir peleando y logrando todo de mi ser.
Lucho junto a una manada inmensa de lobas, zebras, hienas y cabras que nunca
han sabido lo que es la calma, que no han tenido lugar
en el que ser amadas sin miedo a tener que luchar.

Latido.

Bumbum, bumbum, bumbum
lo oigo en mis oídos, en mi cabeza,
en mis ojos hinchados y doloridos.
Bumbum, bumbum, bumbum
lo siento golpeando mi caja hueca,
mi garganta, ahogándome en sonidos;
muerta y viva al mismo compás.
Seca y mojada en el sudor desde atrás.
Dura y blanda, como esa mordaz
cadena que sujeta las muñecas
y pretende aprisionar
todo lo que este latido alguna vez será.

Bumbum, bumbum, bumbum
me repito tratando de atar
mi cabeza una vez más
a esta puta mierda de realidad.
Bumbum, bumbum, bumbum
No puedo dejar de oírlo, de sentirlo,
de medirlo en mi cabeza una vez más.
Pretendiendo que es todo lo que importa,
todo lo que está bien y todo lo que
debo simplemente obedecer.
Esos ritmos animales de mi vida,
esa decadencia perdida de las antiguas
vidas que se escapan de mi lengua
maldita. De mi vida maldita.

Bumbum, bumbum, bumbum
sigue ahí. Latiendo para mí.
Para nadie más que para mí.
Para nadie más que para esta loca,
intensa y desquiciada.
Bumbum, bumbum, bumbum
como una cadencia musical acompasada
con los ritmos primitivos de las almas,
con las manchas de sangre que me marcan,
con el liquido caliente, pegajoso y húmedo cayendo
de lo que algún día fue miedo.
Esa fuente de vida limpiando esto
que nunca podré ponerle contexto.
Porque nombrarlo en voz alta rompe
con mi disfraz de compostura torpe.

Bumbum, bumbum, bumbum