Ni siquiera las ganas que tengo de ser algo más.
He aprendido a proteger mi ser
de todo aquello que nunca debí tener que temer.
Echo de menos la valentía que solía abanderar
cuando a penas empezaba a ser una más.
Ahora soy llamas consumidas y cenizas,
que nadie va a lograr apagar ni con agua bendita.
Soy todo lo que he tenido que aprender a ser
para que todo lo que soy se pueda sostener.
No me da miedo ser frágil, ni tampoco mostrarme.
El miedo no es la palabra adecuada para describir lo que ha llegado a pasarme.
No siento miedo, solo estoy cansada de luchar por lo que quiero.
Solo creo que he decidido que no quiero sentirme así de nuevo.
Afortunadamente sé que esta sensación se me acabará yendo,
que no se va a quedar para siempre aquí en mi cerebro.
La cuestión es si seguiré siendo aquello que todes siempre quisieron
después de que pase este larguísimo invierno.