Me miro en el espejo y no me reconozco,
han cambiado muchas cosas en mí,
no soy la misma desde que
llegaste hasta aquí.
No soy la misma que inició el viaje
ni quiero volver a ser esa niñata
ingenua que no sabía ni quién era.
Recorro mis pliegues buscando la cremallera
que me devuelva a la realidad que veo
en mi cabeza y que no es real.
Recorro mis taras y aquello que me dijeron
que no era correcto que estuviera ahí
y que yo transformé en parte de mí
transformé en mi bandera y en
mi orgullo amarillo y morado.
Aunque aún cueste reconocerse en todas
estas diferencias que me componen, desde la barba hasta mis tatuajes.
Desde las cicatrices que marcan mi piel, hasta la tormenta de estrías que llueve sobre mi tripa.
Desde el vello que me “sobra” en tantos lugares y el pelo de mi cabeza que me falta y que me cuesta mirar.
He cambiado mucho desde que llegué a la vida, desde que mi vida se abrió en canal.
Han cambiado muchas más cosas desde que intento aceptar que mis lorzas son más que una talla que cambiar.
Han cambiado muchas más cosas desde que dieron explicación al miedo y al dolor.
Desde que alguien me dijo que la que estaba rota, la que era errónea, no era yo.